Hoy en día no podemos escapar de la omnipresente tecnología.
Nos despertamos con el hermoso canto de los pájaros, obviamente emitido por la alarma de nuestro celular. Y desde entonces, nuestro día no es más que un ir y venir entre nuestros más sofisticados aparatos último modelo de la tecnología.
Nuestro café es servido por una máquina que nos prepara un sabroso capuchino, y nuestra rebanada de pan, bien crujiente, salta de nuestra maravillosa tostadora. Tomamos nuestro café con una bella musica de fondo, que sale de nuestro équipo de sonido, ya sea por que hemos sintonizado una emisora de radio o por que nos hemos levantado con ganas de oir a nuestro cantante favorito y hemos colocado, un CD (pirateado, por supuesto!). Si nuestro ánimo es otro, oimos noticias o las vemos en la tele.. Luego, gracias a nuestro calefón tomamos un baño bien caliente, nos vestimos con nuestra ropa bien limpia, lavada previamente en nuestra lavadora que no hace ruido y que solamente nos recuerda el ruido de un riachuelo cuando el agua se evacúa.
Luego vamos al trabajo, en nuestro carrito, que funciona a la perfección gracias a su sistema computarizado y al GPS. Si todo marcha bien en el camino, el carro y los semáforos hasta están sincronizados y cada vez que vamos a llegar a una esquina, como por arte de mágia, la luz se pone en verde y podemos continuar sin ninguna dificultad. Además, cuando estamos al volante hasta podemos hablar por teléfono sin dificultad, ya que con el kit "manos libres" podemos facilmente comunicarnos sin tocar siquiera el celular!
Luego, ni que decir cuando llegamos a nuestro trabajo, disponemos de nuestra computadora portatil, de nuestro flash memory y de un sin fin de otros aparatos tecnológicos que nos facilitan nuestras tareas cotidianas y de vez en cuando nuestro celular suena, el teléfono fijo suena y tras las más o menos breves pausas (depende quien llame) retomamos nuestro trabajo, pegamos, copiamos, reproducimos, imprimimos, enviamos e-mails a nuestros colegas, a nuestros amigos, visitamos increibles lugares del planeta, nos enteramos de los últimos chismes de la farandula nacional y mundial, tenemos noticias de un pana del que no sabíamos nada desde hace tiempo. Bueno, así entre computadoras, teléfonos y cafecitos pasa nuestra mañana en el trabajo.
El momento del almuerzo es un pequeño respiro que nos damos, nosotros, más no nuestros aparatitos tecnológicos que siguen trabajando por nosotros. Nuestro buzon electrónico sigue recogiendo nuestros mensajes, nuestro celular sigue sonando, o nosotros hacemos sonar aquel de los otros, una llamadita por aquí, por allá para controlar, vigilar, supervisar, saludar, etc, etc, etc. Comemos nuestro almuerzo, si es posible delante del televisor, así nos informamos de las últimas noticias.
Volvemos a nuestros quehaceres, nos volvemos a sentar en nuestro confortable sillón ergonómico de la oficina y otra vez mails van, mails vienen, copiar, pegar, imprimir, escribir, el teléfono suena, el celular suena, hacemos sonar aquel de los otros...
Y se cumplieron las ocho horas de trabajo reglamentarias.
De regreso a casa, en nuestro carrito equipado con GPS, que un poco más y sólo lo programamos para que encuentre solito el camino de regreso, mientras nosotros podríamos descansar en el asiento de atrás...
La noche ni que hablar, nuestra historia de amor con la tecnología continúa: prendemos las luces de la casa, prendemos la radio, la televisión, preparamos algo en nuestra cocina a gas, lo que sobra botamos o ponemos en la refri, otra vez suena el celular, otra vez hacemos sonar aquel de los otros, vemos la tele, o vemos una buena película de un mal DVD (malo por que seguro que es pirateado!) y finalmente, cansados de tanto corre corre, empezamos a dormirnos, no sin antes programar otra vez nuestra alarma (de pajaritos) en el despertador (del celular) y apagar nuestra lamparita de velador.
Y dulces sueños... lástima que pueden convertirse en una pesadilla solo de pensar que al día siguiente el despertador no va a sonar por que se descargó y no nos dimos cuenta, o que entró un virus en la computadora, o que perdimos la memoria, es decir, se nos extravió el flash memory... tantos malos sueños tecnológico-citadinos, cuando no hay nada mejor que despertarse en el campo, con el piar de las aves, con una taza de leche recien ordeñada, bañarse en el agua del rio y dormir la siesta bajo el sol y el viento, correr bajo la lluvia y alejarse de la pesadilla de la ciudad, de los celulares, de las computadoras...
Unas mágicas Navidades en París
Il y a 10 ans